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¿Quién no ha visto a alguien cruzando la calle leyendo y/o enviando mensajes de texto (cuando no atrapado por algún jueguito impostergable)? ¿Quién no se ha sobresaltado en el bondi con el ringtone atronador de “Beso a beso” de la "Mona” Jiménez del tipo sentado al lado? ¿Quién no ha puteado mal, en el cine, por el salame que no apagó el celular? ¿Quién no tuvo ganas de mandarlo/a a la mierda cuando, en una reunión de laburo, el otro/a no hace más que contestar llamados y decir que ahora no puede hablar porque está en una reunión? ¿Quién no ha sentido incomodidad, vergüenza ajena, ganas de desaparecer o todo eso junto cuando alguien a nuestro lado (preferentemente en un lugar cerrado como subtes, locales de ropa o bares) ventila cuestiones íntimas o se pelea feo con alguien?
Pues bien, para todos esos problemas y unos cuantos más que cada uno se encargará de aportar (que después de todo esto es un blog y no un McDonald’s donde está todo servido), llegó la solución: La Guía de uso responsable del teléfono celular. ¿Qué tal?
Se trata de algo así como un manual de recomendaciones para hacer un buen uso, con responsabilidad y respeto por el otro, del bendito aparato. Si ya de por sí la iniciativa resulta llamativa no lo ha de ser menos su impulsora, nada menos que una de las grandes marcas de la categoría: Personal, de Telecom.
Con el nombre de Conciencia celular, la campaña –basada en sugerencias del público usuario y no usuario del servicio- incluye un comercial de televisión y la Guía propiamente dicha, con fotografías de Marcos López y la participación de Antonio Carrizo, Matías Martin y la jugadora de hockey Luciana Aymar, entre otros.
Una iniciativa de comunicación loable que, así y todo, no deja de constituir otra paradoja publicitaria. Una más. Como ocurre con la cerveza, los autos y el fast food, por solo poner algunos ejemplos. La publicidad de cerveza que, a fuerza de comunicación, ha logrado modificar los usos y costumbres de su consumo (incrementándolo geométricamente de unos años a esta parte), convive con campañas que promueven beber con moderación. La publicidad de automóviles que, en muchos casos esgrime como atributo de venta la velocidad, convive con campañas que recomiendan manejar con precaución y sin incurrir en excesos de velocidad. Las cadenas de comida rápida, que hasta ayernomás producían comida chatarra, hoy gracias a la publicidad (y algún que otro episodio confuso en el medio) y ¡vendiendo lo mismo!, resulta que son más sanas que la cocina de la hermana Bernarda.
Sin ir más lejos ni aburrir con ejemplos, la misma Personal, junto a esta campaña concientizadora, tiene en el aire el comercial del “campeón mundial del pulgar” que promueve el Plan Personal manía, “tu nueva forma de comunicarte”. Una promo que desde su nombre (por lo de manía) hasta sus beneficios (múltiples y tentadores para los más jóvenes) parecería ir por la misma vía que aquella pero en sentido contrario.
Alguien puede alegar, y no sin razón, que es legítimo procurar vender más y al mismo tiempo generar conciencia de uso o consumo sobre el producto que sea. Nada hace suponer que ambas acciones no puedan ser compatibles. Poder pueden, si no fuera por cierta percepción, por cierto tufillo, oportunista.
En tal sentido no hay que engañarse, cuando a comienzos de la década pasada, Benetton, de la mano de las fotos de Oliviero Toscani, escandalizó a medio mundo, más que conciencia social lo que estaba vendiendo eran pulloveres. Cuando la cosmética brasileña Natura sostiene que “para nosotros, la verdadera belleza es que mientras vos ganás, el planeta también gana”, más que conciencia ecológica está vendiendo productos de belleza. De la misma forma, cuando Personal promueve el “uso responsable y con respeto a las normas de convivencia pública del celular”, habrá que entender que más que conciencia comunitaria lo que está vendiendo son celulares. Y no está nada mal que lo haga de esta manera. Solo es bueno que quede claro.
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NS
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