miércoles, julio 08, 2009

Revancha (Más viejo, más amargo)

Según Kierkegaard, el hombre desgraciado “siempre está ausente de sí, nunca está presente para sí”. Mi primera reacción fue decir: no, amigo Soren, te equivocas, porque yo pienso en mí sin parar, ése es el problema. Pero entonces reflexioné y me dije que pensar en ti no es lo mismo que estar presente para ti. Sally está presente para sí, porque está segura de sí misma, nunca duda de sí misma, o al menos no por mucho rato. Coincide consigo. En cambio, yo soy como esos personajes de las historietas baratas en las que el color no coincide con el perfil de las figuras: por un lado con coinciden y por el otro se superponen, de modo que forman una imagen borrosa. Así soy yo: un monigote cuya mejilla azul se proyecta por encima del perfil de la mandíbula sin coincidir exactamente con ella.

Kierkegaard explica que el hombre desgraciado no está nunca presente para sí porque vive siempre en el pasado o en el futuro. Siempre espera algo o recuerda algo. O bien piensa que las cosas iban mejor en el pasado, o bien espera que vayan mejor en el futuro, pero ahora van siempre mal. Esta manera de sentirse desgraciado es normal, vulgar y corriente. Pero el hombre desgraciado “en un sentido más estricto” ni siquiera está presente para sí en sus recuerdos o sus esperanzas. Kierkegaard da el ejemplo de un hombre que recuerda con melancolía las alegrías de la niñez cuando realmente nunca las experimentó (quizá pensaba en su propio caso). Del mismo modo, el “desgraciado esperanzado” nunca está presente para sí en su esperar, por razones que no entendí bien hasta que llegué a este pasaje: “Los individuos desgraciados que esperan nunca sienten el mismo dolor que los que recuerdan. Los individuos esperanzados siempre tienen una decepción más satisfactoria”.

Comprendo perfectamente qué quiere decir con eso de “decepción satisfactoria”. Tener que tomar decisiones es un tormento para mí porque trato de protegerme de que las cosas salgan mal. Espero que salgan bien, pero si es así, apenas si me doy cuenta porque me he sumido en los abismos de la infelicidad imaginando lo mal que podían salir; y si salen mal de un modo que no había imaginado, eso sólo confirma mi íntima convicción de que las peores desgracias llegan cuando menos las esperas. Si eres un desgraciado esperanzado, no crees realmente que las cosas irán mejor en el futuro (porque si lo creyeras no serías desgraciado). Lo cual quiere decir que, cuando no mejoran, queda demostrado que estabas en lo cierto. Por eso tu decepción es satisfactoria. Más claro que el agua, ¿no?

También tengo la persistente sensación de que las cosas me fueron mejor en el pasado, de que por fuerza he tenido que ser feliz, porque de otro modo no sabría que ahora soy infeliz, y de que sin saber cómo, ni cuándo, perdí la felicidad, la eché a rodar, la dejé escapar, de manera que ahora sólo puedo rememorar fugaces momentos de esa “felicidad”; por ejemplo cuando vi la final de la Copa el Mundo de 1966. Es posible, sin embargo, que me engañe a mí mismo y que en realidad me haya sentido siempre desgraciado por haber sido siempre un desgraciado esperanzado. Lo cual, paradójicamente, haría de mí también un desgraciado que recuerda.

¿Es posible ser ambas cosas? ¡Pues claro que sí! Ésta es precisamente la definición del hombre más desgraciado:

“En resumen: por un lado, él (hombre más desgraciado) espera constantemente algo que debía recordar … Por otro lado, recuerda constantemente algo que debeería esperar … En consecuencia, lo que espera queda siempre detrás de él, y lo que recuerda se extiende ante él … Siempre está muy cerca de su meta y al mismo tiempo a cierta distancia de ella; ahora descubre que lo que lo hace desgraciado, porque ahora lo tiene, o porque él se así, es precisamente lo que hace pocos años lo habría hecho feliz si lo hubiera tenido en aquel momento, mientras que entonces era desgraciado porque no lo tenía.


¡Sin duda, Kierkegaard acaba de definir mi personalidad! El hombre más desgraciado. Pero si es así, ¿por qué me sonrío de oreja a oreja mientras leo esto?

David Lodge, Terapia, 1996.

Disculpen la extensión, pero tenía que responderle al director.
Saludos.
L>S>D>A

8 comentarios:

Anto dijo...

Un compa de trabajo me dijo hace cosa de una hora: "las personas más ligeras son más felices que las inteligentes". Zás!! (Diste en el clavo, en lo más recóndito y, a la vez, expuesto de mi ser..)
Me quedé sin palabras (yo, sí, sin palabras..) Es como si Nacho (mi compa) me hubiese leído la mente; de cierta manera creo que mi semblante le transmitió algo.
Y bueno, entro al blog y encuentro este rico texto..de Lodge cuestión que, Pablo, qué puntería!!
--
Remitiéndome al texto: a un par de lectores de este blog sé, me consta, les va a tocar muuuy profundo. A otros, simplemente, no.
Ahora bien, no creo ser una "desgraciada desesperanzada",pues tengo mis metas - quizás con las varas muy altas, en vez de realizar baby steps, como se recomienda- pero sí admito que pasamos (mi ciclotimia y yo) por estados patéticos.
Punto con esto. Voy a desautomatizarme un poco.
Gracias por el post :)

Saludos.

Anónimo dijo...

El director (re)responde que están todos orates. Larguen los libros.

NS

Anónimo dijo...

L>S>D>A viene molestándome sin pausa desde 2005. A ver cuándo se deja de embromar y acata el estereotipo que le incumbe. Como diría un(a) colega de la institución, "estos del CLPE... lo único que les importa es hacer una tesis acerca de cuánto vale el Kun Agüero".

Eso sí, por favor de no deje de regalarme los sentidos souvenirs que me brinda desde 2005. Creo que ya le dije que me leí El puercoespín en una sola tarde.

Y mis respetos al Kun. "De uno del montón a uno en un millón".

NS

Eugenia Hermida dijo...

“Kierkegaard explica que el hombre desgraciado no está nunca presente para sí porque vive siempre en el pasado o en el futuro. Siempre espera algo o recuerda algo.”


Llámeme de la manera que quiera, pero creo que es la perfecta definición del insatisfecho, frustrado, quedado, reprimido, inconformista, etc.

Creo que ese tipo de tristeza o desgracia, no tiene nada que ver con la tristeza de quien es culto, que mientras más sabe se da cuenta de lo poco que realmente va a saber, o de esa “melancolía dantesca” o “tristeza antropológica” de la que habla Natalio a veces.

Muchas veces las desgracias hacen de imán a otras desgracias. Que si no es así forman barreras, que hacen que no podamos salir de ciertos estados. No soy ni en extremo idealista ni optimista, simplemente trato de ser realista, pero será que no acepto No´s, y creo que ser “desgraciado” por que sí, es de alma cobarde y simple.
Conozco algunas personas así, por las que no siento admiración de ningún tipo, sino lástima. Ninguna frecuenta el blog, no “acatan el estereotipo”.


“Esta manera de sentirse desgraciado es normal, vulgar y corriente.” .

Eugenia Hermida dijo...

Aclaro, el texto en sí tiene una belleza aplastante. Y una composición exquisita, para los que no sabemos nada de cómo escribir, pero seguimos buscando palabras.

Anónimo dijo...

A éste directamente no lo pude leer, querido Pablo. Por mi culpa, por mi culpa, con mi gran culpa. No. No puedo. Quizás es demasiado elevado para mi inteligencia de hormiga atómica. Quizás sólo leer el apellido del señor en cuestión me tiene a maltraer. O quizás, simplemente no soy mucho de este tipo de textos. ¡Vaya a saber de qué tipo de textos soy!

No sé. No sé. No sé. Por mi culpa no sé. Por mi gran culpa.

pd. igual me encantó el título del libro.

sr. ns y sr. seba: les aviso que les he contestado en el post que ns ya considera viejo.

flor.

Anónimo dijo...

Ya que estamos en tren de recobrar cosas viejas, me parece que es un buen año para que Langosta y Flor vuelvan a dar sus charlar en mi cursillo de AOP, allá por septiembre u octubre.

O si prefieren, también puede ser en setiembre u otubre.

NS

Anónimo dijo...

Para mí, lo sabe, siempre es un placer. Cuando sea.

¿septiembre u octubre o septiembre u octubre?

flor.