
Durante el invierno de 1989, la temperatura fue muy rigurosa, y el campeonato de fútbol, en el campo que había detrás de la casa de Gould, fue suspendido a menudo por el estado impracticable del terreno. A veces se resignaban a jugar en condiciones imposibles, sólo para que el calendario no se fuera completamente al traste. Gould tuvo la oportunidad de verlos jugar, un día, sobre la nieve. El balón picaba y para el árbitro, por tanto, todo estaba de acuerdo con el reglamento. Un equipo llevaba camiseta roja. El otro, un uniforme a cuadros morados y blancos. Alguno llevaba guantes, y uno de los arqueros se había puesto un colbac en la cabeza, con las orejeras bajadas y atadas en la barbilla. Parecía un explorador antártico rescatado de un iceberg por un crucero del Club Med. A la mitad de la segunda parte, Gould salió de casa y ocupó su sitio habitual, detrás del arco de la derecha. El profesor Taltomar no estaba. Era la primera vez. Gould esperó un rato y luego volvió a su casa. Ganaron los de rojo, con un gol de chiripa en el duodécimo minuto de la segunda parte.
El profesor no volvió a aparecer por el campo, por lo que Gould se puso a buscarlo. Al final lo encontró en una residencia de ancianos, con una pulmonía que quizás fuera un cáncer, no se sabía muy bien. Estaba en su cama, y parecía haber encogido. Entre los labios tenía un cigarrillo sin filtro, apagado. Gould acercó la silla a la cama y se sentó. El profesor Taltomar tenía los ojos cerrados, quizás dormía. Durante unos instantes, Gould permaneció en silencio. Luego dijo:
-Cero a cero a dos minutos del final. El delantero se tira en el área, el árbitro pita penal. El capitán protesta poniéndose a chillar como un loco. El árbitro se cabrea, saca una pistola y le dispara a quemarropa. La pistola se encasquilla. El capitán se lanza sobre el árbitro y los dos acaban por el suelo. Acuden los jugadores y los separan. El árbitro se levanta.
El profesor Taltomar no se movió. Durante un rato, no se movió. Después se sacó lentamente el cigarrillo de de los labios, sacudió una ceniza imaginaria, y murmuró lentamente:
-Tarjeta roja para el capitán. Lanzamiento del penal. Prosigue el partido hasta el final del tiempo reglamentario, añadiendo los minutos perdidos durante la mencionada trifulca. Expulsión del árbitro de acuerdo con la regla número 18 del Estatuto del Cuerpo que dice: los chiflados no arbitran.
Después tosió y se colocó el cigarrillo entre los labios.
Gould sintió algo hermoso en su interior.
Permaneció un rato más, en silencio.
Cuando se levantó, dijo:
-Gracias, profesor.
El profesor Taltomar ni siquiera abrió los ojos.
-Cuídate, hijo.
2 comentarios:
muuuy bueno gracias a kien corresponda por postear estas tres partes del futbol!
abrazo
MeGalómano!
Pablo no?
Ya saben, a mi me encantaron.
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