lunes, octubre 01, 2007

Y si la tradición no existe...


"Un día mi padre me contó una historia. De un compositor soviético, no me acuerdo quién. Fue durante la guerra, la que llamaron la Gran Guerra Patriótica. Contra los alemanes. Todo el mundo tenia que arrimar el hombro, y el Kremlin dijo a los compositores soviéticos que tenían que escribir música que inspirase al pueblo para expulsar al agresor. Nada de música artística, les dijo, necesitamos música para el pueblo que proceda del pueblo.

Así que mandaron a los compositores principales a diversas regiones y les dijeron que volviesen con alegres suites de música popular. Y a aquel hombre le enviaron al Cáucaso, creo que era en el Cáucaso, y en todo caso era una de las regiones que Stalin había intentado exterminar unos años antes, ya sabes, colectivización, purgas, limpieza étnica, hambruna, debería haberlo dicho antes.

Bueno, pues el hombre viaja en busca de canciones campesinas, el violinista que toca en las bodas y cosas así. ¿Y sabes lo que descubrió? ¡Que no quedaba una auténtica música popular! Como Stalin había devastado los pueblos y desperdigado a todos los campesinos, al hacerlo había erradicado la música
[...]De modo que el compositor se vio en apuros. No podía volver a Moscú y decir tranquilamente que el Gran Jefe había eliminado por error, desgraciadamente, toda la música de la región. Hubiese sido temerario. Entonces verás lo que hizo. Inventó algunas canciones populares. Luego escribió una suite basada en ellas y se la llevó a Moscú. Misión cumplida.



Julian Barnes. Inglaterra, Inglaterra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si la tradición no existe, la invento. Uno de los tantos poderes que demostró tener la publicidad, o en su defecto -para ser más justos y para graficar mejor la mayor generadora de ideología de los últimos años-, la televisión.

No me voy a desanimar porque nadie -excepto la perenne Flor- comente mis posteos. De hecho, tenía pensado escribir algo pequeño referido a la relación entre la memoria colectiva y algunas prácticas socio-políticas (sobre todo por parte del poder) en Europa (sobre todo del Este).

Pero eso vendrá más tarde: antes me crucé con esta joya del inagotable Julian, que tantas satisfacciones me ha dado.

Aviso a quien interese que su último libro, Arthur y George, además de ser muy largo y un poco aburrido, es sumamente interesante como trabajo periodístico. En él, Barnes pinta a fondo (créanme: a fondo) a Conan Doyle. Y gracias a (o por culpa de) esa pintura, yo estoy leyendo todos los cuentos y novelas existentes de Sherlock Holmes. Tremendo. La culpa es de Barnes, que no escribe más libros.

flor dijo...

Si es que algo soy eso es perenne.

Me encanta que te postees y te respondas y que después venga yo a hacer comentarios ilógicos y perennes.

¿Ya estás en tu nuevo trabajo?