Hace tiempo que tenía ganas de subir “El niño proletario”.
Es un texto duro. Como todo lo que escribió. La obra de Lamborghini me parece impresionante. En algunas partes (la mayoría) indescifrable.
Sería interesante hablar de “El fiord” después de lo que ocurrió con el manoseado cuerpo de Perón. Pero es un texto demasiado largo para subir a un blog.
Me quedo con “el niño proletario”.
(Puede ser, ahora que lo pienso, que mi miedo a subir el niño proletario se deba a un fragmento de “El marques de Sebregondi” que leí en la clase de Prof. Paz y que provocó algo así como un escándalo)
Subo los primeros párrafos y más abajo la dirección donde está el texto completo.
Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria. Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario. El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado.En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario. Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado! cada vez que, filtrado por el hambre, ¡Estropeado! no acertaba a entender sus explicaciones. Nosotros nos divertíamos en grande.Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al niño proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror.Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hombre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, enseguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. Como la única herencia que puede dejar es la de sus chancros jamás se abstiene de dejarla. Hace cuantas veces puede la bestia de dos espaldas con su esposa ilícita, y así, gracias a una alquimia que aún no puedo llegar a entender (o que tal vez nunca llegaré a entender), su semen se convierte en venéreos niños proletarios. De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se completa.¡Estropeado!, con su pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo y los periódicos bajo el brazo, venía sin vernos caminando hacia nosotros, tres niños burgueses: Esteban, Gustavo, yo. La execración de los obreros también nosotros la llevamos en la sangre. Gustavo adelantó la rueda de su bicicleta azul y así ocupó toda la vereda. ¡Estropeado! hubo de parar y nos miró con ojos azorados, inquiriendo con la mirada a qué nueva humillación debía someterse. Nosotros tampoco lo sabíamos aún pero empezamos por incendiarle los periódicos y arrancarle las monedas ganadas del fondo destrozado de sus bolsillos. ¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con la cara blanca de terror por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la atmósfera que nos envolvía de dorado color.A empujones y patadas zambullimos a ¡Estropeado! en el fondo de una zanja de agua escasa. Chapoteaba de bruces ahí, con la cara manchada de barro, y. Nuestro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía contraída por un espasmo de agónico placer. Esteban alcanzó un pedazo cortante de vidrio triangular. Los tres nos zambullimos en la zanja. Gustavo, con el brazo que le terminaba en un vidrio triangular en alto, se aproximó a ¡Estropeado!, y lo miró. Yo me aferraba a mis testículos por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio ululante, agónico placer. Gustavo le tajeó la cara al niño proletario de arriba hacia abajo y después ahondó lateralmente los labios de la herida. Esteban y yo ululábamos. Gustavo se sostenía el brazo del vidrio con la otra mano para aumentar la fuerza de la incisión. No desfallecer, Gustavo, no desfallecer. Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación. Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación.
Sigue en : http://www.literatura.org/OLamborghini/proletario.html
Mercedes.
lunes, octubre 30, 2006
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8 comentarios:
Hay pensamientos que pueden resultar muy alentadores.
Gracias, Mercedes.
(Todavía no decidí si el texto me gustó o no, pero esto es irrisorio).
PD: ya todos saben que sigo aquí, leyéndolos y disfrutándolos. Juro que en pocos días más culminará mi licencioso boquete escritural.
Para Alicia hoy es siempre todavía.
Acabo de leer El Fiord.
Epa.
Y me voy.
Chicos. http://ar.geocities.com/proyectoinacayal/cuerpo_BibliotecaInacayal.html
Hay 1500 libros.
CEREMONIAL Y PROTOCOLO
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Tiene que hacer algo con ese birrete.
El M le aprieta, el L le cabriolea, el XL le queda como casco yanqui de la serie Combate.
Quizá unos fierritos de los que se calzan las mujeres. “Invisibles” les dicen. Fierritos útiles. Poco varoniles los fierritos. Se ven los fierritos. La invisibilidad moderna es curiosa.
Tiene que hacer algo con ese birrete.
“No es una bufanda, es una estola”. Upa. Algo nuevo. Se lo anotó en el papelito. “Ojo: ‘bufanda’ es ‘estola’”.
No llegó al punto de cometer la indiscreción de llamarle “salida de baño negra” a la toga. No se permitió ser tan inverosímil.
Pero tiene que hacer algo con ese birrete.
Me extrañó que no sonase la marcha peronista. Hubiera sido tanto más alentadora que el himno nacional (la marcha es más himno que el himno). Patria, Dios y familia.
Nadie que haya hablado de la pasión por el periodismo ni por ninguna otra disciplina. Extraño, ¿no?
Más allá de lo tragicómico, felicitaciones.
Lamborghini es excelente. "El fiord" es muy bueno, pero es mil veces mejor, me parece, "El niño proletario". En breve, he de preparar para un final una relación entre "El niño proletario" y "El matadero". Es difícil cuando uno no sabe si sus profesores han leído "El niño proletario" (¿qué se hace en esos casos? ¿se pregunta?).
Las siglas de los nombres de "El fiord" (no voy a ir a buscar el libro) son la clave del texto: CGT y ATV (Atilio Timoteo Vandor).
Un profesor de Letras leyó "El niño proletario" en clase y una alumna se descompuso.
¿Por qué tanto Aira, tanto Aira, tanto Aira? Aparece un texto del maestro y alguien cita al (¿mal?) alumno. Es como si alguien subiera un texto de Faulkner y otro pusiera una cita de García Márquez.
Me dejo de pavadas.
Definitivamente, deben hacer algo con esos disfraces (¿tiene algo que ver que la colación se haga en una fecha cercana a Haloween?).
¿Es que la facultad no debería ser un lugar donde se despierte la pasión por lo que uno estudia? ¿No debería ser eso, también, la escuela?
Yo, por suerte, no aprendí en ningún lugar a leer un libro en tres días. Los libros, solitos, me llevaron a hacerlo.
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