
Este ejercicio -más bien una invitación- me surgió desde una doble fuente de inspiración que me siento obligado a explicar. En principio, estoy tomando un curso de historia del arte en el que descubro clase a clase algunas imágenes excepcionales, con historias excepcionales aparejadas a ellas.
En segundo término, estoy leyendo un libro maravilloso de David Lodge (que recomiendo y que en breve citaré para el blog) en el que una profesora de literatura pide a sus alumnos unos textos creativos basados casi exclusivamente en experimentos científicos. Los estudiantes generan su propia imagen de ese experimento con toques de ficción. Ellos relatan en primera persona -por ejemplo- los sentimientos de un murciélago o de una supuesta mujer en observación.
Es genial, la verdad, cómo está resuelta la ficción dentro de la ficción.
Sin más preámbulo, les cuento que hoy, en mi curso, me mostraron esta escultura de un escriba egipcio. Me pareció atractivo el juego de palabras: escriba, como imperativo del verbo escribir, como apelativo a los lectores del blog. Usted, lector, escriba. Lo invito a escribir. ¿Qué decía, qué pensaba, qué miraba este escriba? ¿Qué pasaba por su cabeza? ¿A quién escuchaba, quién lo pintó, por qué así? ¿Estará conforme?
Los invito a escribir en primera persona. En segunda, en tercera. Como un ejercicio literario de ficción. Ustedes son el escriba, ahora háblenme.
Dependiendo del éxito de este primer ejercicio, me comprometo a postear alguna imagen que nos despierte la escritura cada jueves. Así, cronológicamente, en orden de impacto. Como yo los vivo.
Creemos y creamos.
Saludos.
L>S>D>A
5 comentarios:
Por supuesto que arranco yo. Ahí voy:
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No puedo creer lo que me duele el cuello. Cinco horas haciendo de modelito, duro como una momia para que el tipo entre, dé tres cincelazos, me muestre una piedra semiacabada y que me diga que va a volver con sus pinturas para terminar con el color. Es un delincuente, no un artista. Cinco horas… Necesitaría un almohadón cómodo, como mínimo. Encima que ando mal de las cervicales. Los quiero ver a ellos sentaditos como yo, la pluma en mano, el papiro desenrollado con cuidado y el oído atento. Ni escribir pueden. Ignorantes, mequetrefes, charlatanes. Ese Ramsés, el primero. Bueno, el segundo, porque el primero era Ramsés primero. Pero éste no tiene nada que envidiar. Y mi dolor de espalda, la pucha.
A veces me pregunto para qué hacemos todo esto. “Es la sobrevida” -me dicen-, “esta escultura te salva del tiempo, te lleva a la eternidad”. Se ve que andan teniendo algunos problemas para darse cuenta de que yo NO SOY la estatua. Ellos no lo saben, analfabetos, pero yo sí: la palabra árbol no es el árbol. Y asumiendo, incluso, que lo fuera, que esa representación no sea una representación, sino yo mismo… ¡miren esas orejas! No lo entiendo. Se supone que Onuris es un gran escultor. Me acuerdo de su trabajo en el templo de Kefrén. Mal que mal los sacó a todos parecidos, y su retrato de Hotep Neb era una maravilla: la rigidez de la piedra, la mirada fija, ese halcón magnificente que lo abrazaba con un manto. Pura autoridad, pura fiereza divina.
Quizá sea yo el que se engaña. ¿Seré tan así? ¿Tendré esa cara de orate atento cuando tomo un dictado? Tengo que admitir que en parte enganchó mi esencia, este Onuris. Ni siquiera estoy mirando el papiro, je. Es así, cuando uno no crea, no necesita mirar. Escucho y pongo. Me dicen y digo. Anoto. Ya tengo automatizado el movimiento. Ahí vamos. No necesito mirar. Y la cabeza derechita, las piernas firmes para que no se me mueva nada… Es hábil el hijo de puta. Quizá mejore un poco cuando esté pintado. No sé, esas orejotas, el pelo, los ojos vacíos… Sí, seguro que va a mejorar. Igual es puro morbo, ¿no? Me da piel de gallina pensar que eso va ir en mi tumba. Al menos hay consuelo: puede ser una porquería, total… Nadie más lo va a ver.
"la puta para colmo de que tengo tetas este puto me hace una escultura para que todos la vean durante los proximos miles de años"
Saludos
MeGalómano
Su vida es como la conocen. Fué por ella.
En Egipto había que estar muy pendiente de las crecidas, de las bajadas, de las subidas. Había que cuidarse. El dengue era cosa corriente por aquellos días. No se armaba tanto lío mediático entonces. Se sabía que con el calor que hacía, cuando subía el Nilo, había que arremangarse los pantalones y correr.
Para Ramatán; así se llamaba; la vida no era fácil. Su madre pertenecía al séquito de sirvientas más cercano a Cleopatra V, allá por año 70 a.C. Y su papá era quien testeaba oficialmente la comida de Ptolomeo XII Auletes. Así murió. Días antes del nacimiento de Ramatán, cuando una amante de Ptolomeo, dolida al enterarse que no era la única amante colocó una aguja envenenada en una pata de cerdo que supuestamente comería el faraón.
Ramatán, quien nace en medio de faraones y nobles egipcios, se cría casi de la mano de Cleopatra VII. Ella, un año más grande que él. Hacían casi todo juntos, jugaban, corrían por el castillo, molestaban a las criadas, se reían de los romanos, nadaban en el Nilo, y esas cosas divertidas que tiene la niñez en un palacio. Pero Cleopatra recibía además educación, era la futura reina, y debía estar preparada para ello. Ramatán aprendió junto a ella el placer de la lectura y la escritura. Tenía acceso a la Biblioteca de Alejandría y cada vez que Cleopatra la visitaba por sus estudios (y se jactaba de ser parienta de su fundador) él la acompañaba. Cuestión que Ramatán aprendió de libros, de arte, de protocolo, de dioses y más, pero no dejaba de ser un esclavo. Esclavo VIP, pero esclavo.
Pero el tiempo pasó. Los cuerpos crecieron, se desarrollaron y Ramatán y Cleopatra, en su curiosidad juvenil cometieron un error muy común de dos tan buenos amigos. Una noche de crecida, y con la ciudad escandalizada por la muerte de una famosa lavandera, quien se encontraba lavando las túnicas íntimas de Ptolomeo XII, Rama y Cleo, en el jardín del palacio, atrás de unos Olivos tupidos, por curiosidad, por aventura o por aburrimiento consumaron lo que todos se imaginan.
Pero el tiempo pasó, Cleopatra quedó huérfana, y a los 18 heredó el trono, junto con su hermano menor por seis años, con quien no paraba de pelearse y con quien terminaría casada. Costumbre un poco “rara” de los Ptolemaicos.
Ramatán quedó como escriba del palacio y a veces, en alguna noche de crecida, durante los baños de Leche de la reina, Ramatán se acercaba y con la excusa de alcanzarle la toalla, bueno, esas cosas que pasan, así terminaban, como habían empezado.
Pero el tiempo pasó. Varias guerras, los Romanos que hacían quilombo del otro lado del Mediterráneo, la biblioteca que se quemó, Cleopatra que viajó, que conoció otras cosas, y que entre ellas a Marco Antonio.
Ramatán no podía exigir nada, pero sufría. Él estaba ahí, escribía todo el día. Que petición para acá, que traducción para allá, y esas cosas que hacen los escribas en Egipto. Tenía la mano a la miseria y encima no podía contar con los baños de Cleopatra, quien había ordenado leche descremada, de cabra y que solo la atiendan sus criadas más cercanas, Iras y Charmión. Ellas serían quienes luego la ayudarían a terminar con su vida antes de caer prisionera de Octavio.
A todo esto Ramatán al enterarse de la muerte autoinducida de Cleopatra, quien en los últimos años apenas si lo había mirado, vendió su alma a un brujo de Alejandría, de esos que adivinan el futuro y alejan las malas ondas, quien lo convertiría en estatua y lo colocaría en el sepulcro de su amada y así resucitar juntos y vivir por el resto de la eternidad el uno con el otro. Finalmente Ramatán fue enterrado con su amada, y fue ese mismo brujo el encargado de las maldiciones en la tumba. Redactó el acta de defunción y la cerró.
Pero el tiempo volvió a pasar, esta vez mucho. Y un día, por esas cosas que tiene el más allá, Ramatán resucitó. Solo. Atrás de un vidrio. En una fría caja de cristal. En un museo. En Inglaterra.
Genial.
Un escrito más o menos como el de Eugenia, más allá del talento que le sobra, era lo que yo me imaginaba cuando propuse este juego.
Gracias por jugarlo.
Saludos.
Bueno no exagere Pablo. Simplemente creatividad de madrugada.
Disney me quiso comprar el guión, pero había mucho contenido prohibido para menores.
saludos
eugeh
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