
- Che, no puedo dejar de pensar...
- En Kierkegaard.
-¿Qué?
-En Kierkegaard. ¿No ibas a decir eso? "No puedo dejar de pensar en Kierkegaard"
-¿De qué hablás? ¿Estás enfermo?
-No, boludo. Kierkegaard. Creí que me ibas a hablar de él.
-No sé ni quién es.
-Un filósofo, no importa. Creo que vivía en Noruega o en algún lugar donde hacía frío. Hablemos de otra cosa.
-Ya no tengo dudas, estás enfermo.
-Bueno, ya está.
-No, es que no te entiendo. ¿Por qué te iría a hablar de un filósofo noruego?
-No estoy seguro de que fuera noruego. Quizá era danés.
-¿De Dania?
-De Dinamarca, animal.
-¿No se dice dinamarqués?
-Creo que no, pero no estoy seguro. Buscalo en rae.
-Es lo mismo. Igual: ¿por qué te hablaría de un filósofo dinamarqués?
-Se me dio, no sé. Es la esencia de tu frase, la obsesión, la frustración, la repetición: "No puedo dejar de pensar...". Me da Kierkegaard.
-¿Te da? Sí. Estás enfermo.
-Bueno, me sonó. Qué sé yo. El tipo era muy raro. Un raro triste. Estuvo enamorado siempre de una mina con la que no se casó, y se arrepintió hasta morirse. Desde ahí armó una especie de catálogo pormenorizado de la angustia. Te digo una cosa: ese sí sufría.
-También con ese apellido...
-Ni siquiera el apellido le respetaron. Otra angustia.
-¿Cómo?
-Se llamaba Kierkegaard pero no se llamaba Kierkegaard.
-¿En qué quedamos?
-No se pronunciaba Kierkegaard.
-¿Cómo era?
-Kirchegor.
-Dejate de joder.
-No tengo muy claras las visicitudes fonéticas del alfabeto nórdico, pero eso lo sé. Lo leí en wikipedia.
-¿Kirchegor?
-Kirchegor
-Es como un Kirchner gordo.
-El día que Kirchner lloró.
-Ahora estás mezclando todo.
-Para nada. Poca gente debe haber llorado como Kirchegor. El tipo tenía una melancolía circular, paralizante. La minita esta que le gustaba, lo volvió literalmente loco entre el amor y la culpa: él le propuso casamiento, pero se arrepintió en menos de un año. Y volvió todo para atrás.
-Más que melancólico me parece puto.
-También puede ser, pero no creo. Regine se llamaba.
-¿De primer nombre? Era puto.
-No, gil. Él no. Él era Soren, con la rayita en la "o". Ella era Regine.
-Ah.
-...
-¿Y?
-¿Y, qué?
-Eso es lo que yo pregunto. ¿Y qué? ¿Qué pasó?
-¿Con quién?
-Con Regine, con Kierkegaard.
-Qué sé yo. Era católico, medio rayado. Vos sabés que no los entiendo. A los judíos rayados les tengo más la ficha: Freud, Marx, Woody Allen...
-¿Por qué me hablás de todo esto?
-¿De qué? ¿De la filosofía cristiana?
-No, de Kirchegor, de Regine, de todo eso.
-Vos sacaste el tema.
-¿Yo?
-Y sí: tu repetición, tu locura, tu monotonía, tu vuelta a cero. Tu "no puedo dejar de pensar".
-Y ahora, increíblemente, me voy a quedar pensando en Kierkegaard.
-Conociéndote, no vas a dejar de pensar...
-Uf... Hay que aguantarte, eh. Esás tremendo. ¿Pasó algo?
-No sé, estaré melancólico. Hablemos de otra cosa.
......................................................
L>S>D>A
6 comentarios:
Perdonen que cambie de tema.
Es que el deporte -así parece- paraliza el comentario.
Y sí, está buenísimo. No esperaba menos de vos.
Un saludo bahiense del Angel Amarillo...
Kierkegaard !!
Leí "Diario de un seductor" hace unos años...
También supe tener un póster muy primitivo con una frase suya de una publi de Johnny Walker:
"La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante."
Gracias por compartir.
Anto Nanni.
Me gustó mucho ¡siga así langosta lisérgica!
Saludos,
Marcos.
Espléndido.
NS
Ahora yo no puedo de pensar, me encantó.
Publicar un comentario